En los primeros días de mayo, siendo poco más de las diez de la mañana, Papá y sus amigos, Mamá y sus amigas y mis hermanas cosechaban la cementera de papa, los varones sacaban papa, las mujeres recogían y yo en el área contigua me hallaba cuidando ovejas y vacas. Algo captó sus atenciones, se detuvieron y miraban hacia el camino; un buen grupo pasaba, cargaban azadón, guadaña, pico y chaquitaclla; transcurridos dos horas estuvieron de regreso cargando unos bultos. Me entere más tarde que eran los estudiantes jóvenes de la escuela de Milpo, fueron a la cantera de arcilla blanca. En uno de los años participe de la actividad de pintar la escuela; usábamos arcilla de dos colores, la rojiza para los zócalos y la blanca para las paredes; en unas tinas enormes, echábamos agua y arcilla, aplastábamos de modo que no quede nada de brumos y conseguíamos una pasta aguada, las veces de brocha hacían unos trozos de pellejo de oveja, la técnica consistía en enjalbegar las paredes.

Aproximadamente, siendo la segunda semana de mayo, terminado que hubo la cosecha de papas, mamá le dijo a papá.

—Los chicos ya deben ir a la escuela.

—Primero aseguramos la comida —contesto papá—, o comiendo papas van estudiar.

Esa semana papá cargó papas y carne de oveja e hizo dos viajes, fue con mi hermana mayor a los pueblos cercanos a la orilla del marañón. Intercambiaron con cereales, maíz, trigo, avena, habas y quinua.

—Mañana voy ir con Edwin —dijo Papá—, comprar los útiles escolares a Aumiro.

Tendría siete años, como era de costumbre, mama hizo hervir agua en una gran olla, le echaba ortiga, eucalipto seco, romero,  salvia, cascara de naranja y no sé qué más. Resultaba un agua medicinal color té puro; me baño como dios manda. Al día siguiente, a las cuatro de la mañana recogimos las acémilas, cuatro y media nos hallábamos cargando papas y carne de oveja, las cinco de la mañana mama nos sirvió desayuno, y cinco y media partimos rumbo a La Unión; recuerdo que ayude a papá diligentemente, no vaya ser que papá se desanime de llevarme con él y se vaya con mi hermana mayor. Antes de entrar a la ciudad, hicimos un alto, Papá cogió cola de caballo y haciendo un manojo, frotaba su diente emulando cepillarse, también me obligo a imitarlo, «Esto es la mejor pasta dental». Dijo. Sentí un sabor desagradable pero soportable, era cierto, el diente quedaba como si hubieras usado blanqueador dental.

Terminado que hubo de vender el cargamento, sacamos las acémilas a un canto de la ciudad, me dejo cuidando; pululaban acémilas, olía mucho a estiércol y orines de acémila, muchos niños como yo estaban afanados en cuidar los suyos, porque los machos se peleaban.

Almorzamos en el mercado, la nave me pareció impresionante; la sopa de verduras sabia horrible para mi gusto, opté por comerme el plato de fondo; al salir del mercado papá me compró helados, no pude sacar todo el helado que se había dentro del barquillo; después de haberlo tirado vi a otro niño que se comía con todo el barquillo, un poco más lo recojo de la basura.

Papá se encontró con unos amigos, brindaron unos tragos; a mí me compró una bolsita de galletas animalitos; después de un rato fuimos de compras; Tienda en tienda; Tela gris y blanca y chucherías para la sastrería; útiles escolares; herrajes, Luego se detuvo frente a una gran tienda, «Trae los burros». Dijo. Cargamos comestibles por sacos.

Siendo poco antes de las tres de la tarde dejamos La Unión; El camino de regreso en su tramo inicial era una gran subida; creo que a las acémilas se le llenaba gases el estomago, la cosa es que subían la cuesta a punta de pedos; ahora pienso que me estaban fogueando para que adulto soportara las críticas constructivas.

Oscuro llegamos a casa, cenados que hubimos, Mi hermana Nora con luz de mechero de querosene se dio a la tarea de forrar los cuadernos.

Un día antes de ir a la escuela. Papá saco su máquina de cortar cabello, un poco más nos afeita la cabeza «Sino, de la escuela van traer piojos». Dijo.   Mamá nos bañó con sus acostumbradas hierbas; saco un envase de hierro oxidado que tenía un parecido a barco, un gallito era su adorno de tapa, lo llenaron con carbón de madera incandescente, «No toques». Dijo mamá. Cuando me quemé una parte de mi dedo entendí el porqué. Plancharon los uniformes que papa coció.